martes, octubre 12, 2010

¡Qué grande es el fútbol!

Me he resistido de escribir nada por las pasiones que despierta el deporte rey. No quiero desarrollar los bajos instintos de los ciudadanos del país que me acoge –además de haber pasado este ultimo tiempo ocupadísimo pero, jo, ¡qué grande es el futbol!

He de decir que este Mundial he paseado la roja por el mundo:

El España - Portugal, en Exton, Pensilvania. En un “sports bar” con mas pantallas que parroquianos y donde pensaban que iban a tener que llamarme a una ambulancia cuando marcó España. Como reseña, me acompañaba a la mesa mi compañero Nuno, natural de Oporto.

A los pocos días, tuve la suerte de formar parte de la marea roja que inundaba Nueva York. Éramos cientos y todo el mundo nos felicitaba por la calle. Nueva York iba con España!

El más emocionante, final aparte, lo viví en Hoofddorp. El Alemania – España. Recuerdo llorar de emoción cuando Puyol enganchó ese cabezazo y quemar los petardos que sobraron de las navidades. Al día siguiente, entré en el parking de la oficina con la camiseta roja puesta y pitando. Por descontado todos pensaron que estaba loco pero los holandeses se acongojaron un poco.

Y la final… Para la final la familia entera se desplazó a Madrid. La ocasión única lo merecía asi que nos vinimos para Madrid y nos mezclamos con la masa en Cibeles.

Tras marcar ese golazo Iniesta, Marta y yo nos fundimos en un fortísimo abrazo entre lagrimas. No solo ganábamos un mundial, se lo ganábamos a Holanda!!!

He tenido muy pintorescas felicitaciones de los hijos de esta tierra, como aquella de "Felicidades por el mundial! A ver si hacéis igual con el paro!" que me resulto muy doloroso.

Es en ese momento cuando me acuerdo de Manuel.

Tras ganar a Alemania, me estuve paseando por el pueblo con una camiseta de Villa, pa' meter miedo y eso. Cuando volvía para casa, un grito me sobresalta: "ESPAÑA! ESPAÑA! ESPAÑA!" gritaba alguien que corría a mi encuentro. Era Manuel. Estaba sentado en un banco, enfrente de casa, mirando el banderote que colgaba de nuestra terraza. Inmediatamente me puse en su lugar y me imagine que llevaría poco tiempo por el país.

Efectivamente, poco, muy poco, así que le invite a tomar una cerveza y que me contara que se le había perdido por Flandes.

Manuel, puedo compartir tu experiencia? Pon un comentario y borro lo que sea necesario pero me llama mucho la atención, por no decir que me indigna, que a un país donde el salario mínimo es de 1350 euros, una de las mayores empresas de telecomunicaciones del mundo, de origen español, envíe a sus empleados a Holanda, que no es un país barato, con salario mileurista y sin pagar el transporte, lo que obligaba a Manuel a desplazarse al trabajo ANDANDO mas de una hora si ademas quería pagar el alquiler compartido y comer.

Llevaba un contrato de becario en la maleta de emigrante.

Por donde iba...? Ah, ya. ¡Qué grande es el fútbol!